El
efecto invernadero de la atmósfera terrestre tiene que ver con procesos
radiativos que ocurren en ella. La radiación es una forma de energía,
y es la única que se transmite en el vacío.
Otras
formas de transmisión de energía en el ambiente natural son la conducción
y la convección. En la conducción el calor se propaga a través de un sólido
(por ejemplo la propagación del calor desde la superficie del suelo hacia
niveles inferiores). En los fluidos (gases y líquidos) el calor se transmite
mediante el proceso de convección a través del cual partes relativamente
más calientes del fluido, se desplazan y luego se mezclan e integran en
un entorno relativamente más frío.
Las
características de la radiación, que se propaga en la forma de ondas electromagnéticas,
tiene que ver con la temperatura del cuerpo que la emite. En la atmósfera
están presente dos tipos de radiación. Por una parte está la radiación
solar, que proviene de la superficie del Sol a unos 6000 ºC. Esta se manifiesta
principalmente en la forma de rayos en el espectro visible.
Por
otra parte, al igual que el Sol, la superficie de la Tierra (continentes,
océanos, casquetes polares) y la atmósfera también emiten radiación, pero
con un nivel de energía mucho menor que la del Sol. Esta radiación denominada
infrarroja, no es visible, pero se propaga en forma similar a la radiación
solar. La atmósfera, que es bastante transparente a la radiación solar,
es considerablemente más opaca a la radiación infrarroja que proviene
de la superficie de la Tierra.
En
efecto, una buena parte de la radiación infrarroja terrestre es absorbida
por la atmósfera por los gases denominados de efecto invernadero, entre
los cuales los más importantes son el anhídrido carbónico (CO2) y el vapor
de agua. Parte de esta energía radiativa infrarroja atrapada por la atmósfera
es re-emitida hacia la superficie de la Tierra, sumándose durante el día
a la radiación solar, y compensando parcialmente durante la noche el enfriamiento
de la superficie: |